En la historia de la Iglesia los ritos no han sido estáticos, se han ido adaptando a las necesidades y condiciones de los tiempos… Es probable que en el primer siglo no había ritos de la Eucaristía tan elaborados y estructurados como los que tenemos hoy. Celebraban a partir de la experiencia y del mandato de Jesús: “Tomó Jesús pan y lo bendijo, lo partió y, dándoselo a sus discípulos, dijo: «Tomen, coman, éste es mi cuerpo». Tomó luego una copa y, dadas las gracias, se la dio diciendo: «Beban de ella todos, porque ésta es mi sangre de la Alianza, que es derramada por muchos para perdón de los pecados»”…
Después, poco a poco se fue configurando el esquema de la
Santa Misa. Pero lo importante es el significado del rito y, por tanto, el
compromiso de vida cristiana que de él se deriva y no el rito en sí mismo. Pues
lo central del cristianismo es el amor, que se manifiesta en acciones concretas
de caridad: “amor son obras y no buenas razones”, dice el adagio. Jesús nos lo
deja como distintivo: “En esto conocerán todos que ustedes son mis discípulos,
en el amor que se tengan unos a otros” (Jn 13, 35).
Hoy estamos discutiendo al interno de la Iglesia sobre la
validez de los ritos de la Santa Misa anteriores al Concilio Vaticano II… En mi
entender en su momento fueron válidos, pero hoy, algunos de ellos han quedado
en el pasado, podríamos decir, “superados”... Sin embargo, el sacramento de la
Eucaristía sigue siendo el mismo: Cristo, Pan de Vida eterna (cfr Jn 6, 35). Por
otra parte, aquí prevalece aquello de que “lo que ates en la tierra quedará
atado en el cielo…” (Mt 16, 19). Si la autoridad de la Iglesia nos indica: “por
aquí es el camino”, esto es: “este es el rito propio de la Eucaristía en
nuestros tiempos”, pues estamos llamados a la obediencia. ¿O nos ganará la
soberbia?...
¿Qué fue lo que hizo
santos a los Santos? ¿Acaso los ritos en los que participaron? Más bien, se
santificaron al manifestar su fe mediante sus actos de caridad. Podemos
enumerar a muchos de ellos. Baste con San Esteban (Diácono), San Pablo, San
Francisco, Santa Teresa de Calcuta…
Hoy, quienes quieren los ritos de la Santa Misa anteriores,
o quienes quieren los posteriores al Concilio Vaticano II, por igual estamos
llamados a la santidad. Lo importante es la actitud cristiana en cada uno de
nosotros, un rito u otro rito no nos hace más católicos. Los santos –como ya se
dijo- no han sido canonizados por cumplir rúbricas o por participar en cierto
rito, lo han sido por manifestar su fe en actos de caridad… Cabe preguntarme:
¿Lo estoy haciendo yo?...
De manera que hay que revisar la relación entre Eucaristía y
vida. Si la Eucaristía nos lleva al compromiso del amor, vale. Si el compromiso
del amor nos lleva a la Eucaristía, vale. Si la Eucaristía, -en cualquier rito-,
nos lleva a evadirnos de la realidad, entonces nos quita una parte de esa
vivencia de nuestra fe por medio de los actos de caridad… Y esto no se vale.
Jesús, en su tiempo usó túnica y manto, pongámonos nosotros
las ropas de nuestra época, pero, igual que lo hizo Él, lavémonos los pies unos
a otros (cfr Jn 13, 1-17). Manifestemos nuestra fe a través de los actos de
caridad en nuestra vida… Que brillemos por nuestros actos de caridad, no por
las rúbricas o por los ritos en los que participamos…
Entonces, alimentándonos del Cuerpo de Cristo en la
Eucaristía, como la Iglesia lo propone en nuestros tiempos, vayamos a vivir
nuestra fe en los actos de caridad… Eso es lo que el mundo necesita que le
manifestemos… Ya tenemos suficiente campo de batalla con luchar contra la “mundanidad
del mundo”. Esforcémonos en ser auténticos cristianos… Que la paz del Señor
esté con todos.